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Asistimos a un vibrante (en ocasiones convulso) mundo del que la escuela forma parte y se ve influenciada. Estamos viviendo multitud de cambios e innovaciones a todos los niveles: rol docente, nuevas tecnologías, cambios en los centros, etc. Pocos, de todos estos cambios, nos remiten a reducir el exceso de estímulos y a mirar hacia nuestro interior en un mundo en el que la filosofía y la religión parecen estar en retroceso. Precisamente, mindfulness, en su traducción al castellano significa atención plena. Basado en la meditación budista y popularizado en occidente por el doctor Jon Kabat-Zinn, el mindfulness ha ido ganando adeptos y, muy en la línea de las pedagogías sensibles y la educación lenta, ha acabado adaptándose para que niños y adolescentes lo practiquen.

Conviene, antes que nada, desmentir algunos mitos sobre el mindfulness. En primer lugar, no es sinónimo de meditación, la meditación es el ejercicio para alcanzar la atención plena. En segundo lugar, si bien tiene su origen en la tradición budista se puede decir que ha trascendido la religión para abrirse paso en todas las culturas. También, muy vinculado con el anterior punto, no implica que por realizar mindfulness practiquemos una religión. Por último, al tratarse de niños y adolescentes, hemos de adaptar la práctica a ellos.

Los beneficios del Mindfulness

La práctica del mindfulness puede darse en dos entornos: en el familiar o en la escuela. Esto puede implicar en su práctica a niños, adolescentes, profesores y padres (como sucede en Plum Village, un centro para la práctica comunitaria del mindfulness). En la actualidad, todos vivimos en un mundo cambiante y hiperexigente aunque seguimos disponiendo de un cerebro con una capacidad limitada de adaptación. La meditación nos puede ayudar a tranquilizarnos, a desarrollar nuestra capacidad de concentración y de atención y a mejorar nuestras habilidades sociales.

En el caso de los más jóvenes, la mayor plasticidad de su cerebro hace que puedan adaptarse perfectamente a esta práctica y en un contexto con un sistema educativo basado en el desempeño competitivo, la atención plena puede tener muchos beneficios:

  • Fomenta la atención, la concentración, la calma, etc.
  • Reduce estrés, la ansiedad y la fatiga.
  • Influye en la creatividad.
  • Facilita la comprensión del mundo interior (autoconsciencia).

Gracias a esta comprensión del mundo interior, donde más influencia tiene la práctica del mindfulness es en la educación emocional y en valores. Por un lado, fomenta valores y habilidades como la confianza, la adaptación, la amabilidad y, por otro, controla las emociones complejas, los impulsos o las inquietudes (intrínsecas en el caso de los adolescentes) ayudando al niño a aceptarse y comprenderse.

Para padres y maestros también tiene beneficios similares a los que habría que añadir la posibilidad de crear una comunidad educativa con un mayor desarrollo emocional. En el caso de los profesores, estarán más conectados y sensibilizados respecto a sus alumnos y, en el caso de los padres, les ayudará a entender a su hijo y a sí mismos. Por ejemplo, en ese periodo capital que es la adolescencia donde nuestros hijos nos confrontan, muestran expectativas vitales diferentes de las que esperábamos de ellos, tienen comportamientos más extremos y cambiantes o sufren con el simple estrés de los exámenes. En todos estos casos, el mindfulness nos puede ayudar a establecer límites, a despojarnos de prejuicios y a tener confianza en ellos.

Preparándonos para la atención plena

Para llevar a cabo esta práctica hemos de tener en cuenta algunos preceptos. Para empezar, el espacio, ha de ser un lugar de paz y tranquilidad que indique a los niños que entran en un lugar diferenciado. Puede estar decorado con carteles o dibujos realizados por los propios niños, podemos usar incienso o música y, además, puede ser usado para juegos cooperativos cuando no se use para meditar. A nivel de práctica, hemos de realizarla de forma regular y relajada, con paciencia (acompañando y apoyando a los niños) e interesándonos por sus vivencias. También hemos de tener en cuenta que hay competencias necesarias para la meditación como son el control de la respiración, la necesidad de relajarse, el tomar conciencia de nuestros sentidos o la postura que adoptamos para esta práctica.

Por último, queremos remarcar que el mindfulness se trata de algo eminentemente práctico (es un ejercicio) y por ello tiene una parte que aquí nunca os podremos mostrar. Sin embargo, existen cada vez más materiales que os pueden ayudar a animaros: libros (la precursora del mindfulness para niños, Eline Snel, acompaña sus libros, tanto para los más pequeños como para los adolescentes de CD’s con meditaciones guiadas), webs y artículos que os pueden ser de utilidad. Además, recordad que ya se han puesto en marcha varias experiencias en colegios así que, si sois los siguientes, no dudéis en explicárnoslo.

Fuente: Aula Planeta

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