Defiende, desde la ciencia, una educación que potencie la creatividad, dé importancia a la gestión emocional y no precipite procesos como la lectoescritura
P ¿Qué sabemos ahora sobre el cerebro del niño gracias a la neurociencia?
R Cómo le afecta la educación. Antes veíamos los resultados a largo plazo según la estrategia usada. La didáctica y la pedagogía avanzaron muchísimo, pero es que ahora podemos ver qué pasa en el cerebro del niño con determinadas prácticas, lo que permite nutrir una teoría de cómo debería ser la secuenciación de los aprendizajes y cómo se deberían transmitir los conocimientos para que cuando sean adultos puedan sacar el máximo provecho de su tiempo en la escuela.
P ¿Cómo aplicar ese conocimiento a la educación?
R Muchas cosas ya las aplicábamos, aunque a veces iba a modas, a veces políticas. La educación siempre oscilará un poco, pero hemos de fijarnos en lo que realmente funciona. Muchas cosas ya las hacemos, lo importante es no volver atrás. Hace no mucho un grupo de personas hacían una propuesta ‘contra la nueva educación’. No es ‘nueva educación’, hace tiempo que se hace. Este grupo proponía cambios que a medio y largo plazo tendrían efectos perniciosos en el cerebro.
P ¿Por ejemplo?
R Se discute mucho si hemos de memorizar cosas. Claro que sí, la memoria es parte importante del cerebro. La imaginación, la creatividad, se nutre de experiencias y conocimientos previos, si no tenemos, no podemos imaginar ni crear. Memorizan cosas, vale, pero si tú luego pides que te reciten esas cosas memorizadas tal cual bloqueas la capacidad creativa. Hay que combinar cosas que ya se hacían antes, como memorizar, pero al pedir que transmitan esas cosas se ha de hacer de una manera que no sea simplemente repetir, que el cerebro no sabe ni por qué ha aprendido eso. Nadie te pedirá la lista de los reyes godos, lo que has memorizado te tiene que servir para aplicarlo en alguna situación. Hay que introducir estas situaciones, trabajar con situaciones reales en el aula. Hemos de ser un libro activo, no una enciclopedia.
P ¿Qué supone para el niño un sistema educativo que la fomente?
R Nuestro sistema educativo es muy cerrado, que curso por curso tiene marcado qué hay que hacer, hay una mínima dispersión de esta línea. Si las materias que se ven como más importantes no incorporan una vertiente creativa, mutilas la creatividad de los niños. Se ha visto que hasta los cuatro, cinco o seis años, el aprendizaje más importante es sensorial. Cualquier aprendizaje posterior vendrá por los sentidos. Si queremos que los niños luego continúen aprendiendo, lo más importante es que a estas edades el cerebro aprenda a integrar los sentidos. Y a esto no nacemos enseñado. Hay que trabajarlo. El cerebro tiene que aprender a interpretar lo que percibe. Por eso, los primeros años de vida dedícalos a que el niño explore de forma global la vista, el oído, el olfato,el tacto, el gusto y la psicomotricidad.
P ¿Mejor centrarse en eso que tratar de meterles contenidos y lectoescritura cuanto antes?
R No tiene sentido intentar que antes de los seis años los niños aprendan a leer y escribir. Puedes trabajar con las letras si hay color, tacto… pero antes de los seis años las letras han de ser la excusa para trabajar los sentidos. Así, serán personas que podrán integrar mejor los aprendizajes posteriores. Luego, entre los cinco , seis o siete años lo que el cerebro hace es potenciar la plasticidad, que es lo que permite hacer conexiones nuevas para almacenar aprendizajes. La sensorialidad para que entre; la plasticiad para que se fije.
P ¿Cómo favorecerla?
R Las actividades que más aumentan la plasticidad son la música, el arte y la psicomotricidad. Estas materias deberían ser las troncales hasta mediados de Primaria. Pero se centra más en otras cosas, como las matemáticas, que no digo que no sean importantes, y se da menos importancia a la música, cuando con la música podríamos aprender matemáticas y a la vez favorecer la plasticidad.
P Ahora hay un boom de innovación y gurús, pero, ¿todo vale?
R Ser innovador no garantiza nada. Puedes innovar, pero si cuando un alumno no hace lo que tú esperabas lo miras con mala cara, no lo recompensas con la mirada, el alumno percibe que lo que hace no le sirve para nada. Puede favorecer más el aprendizaje y conseguir estudiantes más predisupuestos un profesor ‘antiguo’ que valore a sus alumnos por lo que son y no por lo que hacen, que uno innovador que cuando el estudiante no hace lo que él había previsto le mira con rechazo.
P ¿Cada interacción nos cambia el cerebro?
R No es que una sola mirada nos cambie el cerebro, pero la acumulación de muchas miradas de rechazo altera la percepción de ti mismo y sobre esto hay muchos estudios muy impactantes. Un niño educado con parentalidad negativa, con indiferencia, se le va conformando el cerebro de una manera muy diferente que a alguien criado con parentalidad positiva, que da la recompensa justa a lo que están haciendo los niños en positivo.
P ¿La parentalidad positiva incluye poner límites?
R Sí, es poner límites, sabiendo que intentarán saltarlos, porque es condición humana. Pero depende cómo lo salten, igual les debas reconducir y debes hacerlo en positivo. Si has de reñirlos los riñes, pero que perciban que lo haces porque confías en ellos. No amonestarlos con rechazo, sino con aceptación. Ganarse una confianza mutua que permita que ellos sigan queriéndonos escuchar.
P ¿Cómo encaja la gestión emocional en el funcionamiento de nuestro cerebro?
R Las emociones son patrones de conducta que se activan de forma automática.Luego las podemos racionalizar, pero inicialmente no somos consicentes, son mecanismos de respuesta rápida en situaciones que requieren inmediatez. Las emociones se gestionan en una parte del cerebro muy primitiva, las amígdalas, que envían una señal a la parte más moderna, la frontal, que permite gestionar las emociones. Y eso sí lo podemos controlar. Esto se trabaja por ensayo y error y hay que dejar que los niños ensayen. Si un niño hace una travesura y sobreactuamos al reñirlo no favorecemos su gestión emocional, nos tendrá ira o rabia. Hay que dejarle espacio sabiendo que volverá a hacerlo pero irá a menos. Más vale ir poco a poco y que a la larga sea una persona responsable que intentar hacerlo de golpe y que se nos escape la influencia que tenemos sobre él.
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P Esto de gestión emocional a algunos les suena muy hippy.
R En neurociencia cognitiva hay un concepto que es el éxito vital, la sensación de bienestar: estar bien contigo, con tu trabajo, con tu entorno. Un estar bien no estático, sino transformador. Y es muy importante: ¿Cuál es el objetivo de la educación? Si es hacer buenos profesionales, lo que yo digo no sirve. Si es hacer personas que nutran una sociedad lo más digna posible, este éxito vital es fundamental. Se ha intentado correlacionar el éxito vital con varias características mentales, como el coeficiente intelectual y no tiene nada que ver. El único que tiene correlación es el control de las funciones ejecutivas y la parte más importante es la gestión emocional. La escuela debería hacer más enfásis ahí.
P ¿Y menos en los contenidos? Hay voces que alertan de eso.
R Cuando la esperanza de vida era de 30 años tenían prisa si querían hacer según qué; ahora, lo que no aprendas a los 15, lo aprenderás más tarde, ¿y qué? Siempre estamos a tiempo de aprender. Por eso es importante aprender a manejar esas características que te permiten tener el control sobre tu propia vida, más que contenidos.
P ‘Solo aprendemos lo que nos emociona’: ¿Algo fundamentado o lema new age?
R Está parcialmente estudiado. Podemos aprender por repetición, donde no hacen falta las emociones, y luego aprender con un componente emocional, que se han visto que son aprendizajes más eficientes: luego los usamos mejor. Las emociones son claves para sobrevivir, por eso el cerebro dice ‘si este conocimiento tiene un componente emocional es que es importante: lo guardo’. No es que solo aprendemos lo que nos emociona, es que lo que nos emociona lo aprendemos de manera más eficiente. Ahora, el miedo es una emoción: ¿Podemos aprender con miedo? A medio y largo plazo tiene un riesgo muy grave: el miedo es incómodo y si el cerebro lo asocia con aprender, cuando ya nadie les obligue, ya no querrá hacerlo. La alegría y la sorpresa son dos emociones básicas que estimulan mucho el aprendizaje. La sorpresa, la curiosidad, es importante porque activa la atención ya que el tálamo, el centro de la atención, forma parte del circuito de la motivación.
P¿Está estudiado el efecto de las pantallas en los niños?
R Empieza a haber estudios, aunque aún no muchos. A ver, un niño de menos de cinco años no necesita una pantalla para nada. No pasa nada si tiene contacto, pero no ha de ser el hilo de conductor de su aprendizaje, debe ser la sensorialidad, como decía antes. Luego se ha de ir introduciendo, pero enseñándoles a gestionarla: cuando no hace falta, se apaga. El problema de los niños que no saben gestionar las pantallas muchas veces es que los adultos a su alrededor tampoco saben.
P¿Es irrebatible que se ha reducido el tiempo que somos capaces de mantener la atención?
R Esto ha cambiado y no podemos hacer nada. El cerebro se adapta al entorno y hemos generado un entorno de inmediatez. No podemos culparles a los jóvenes, hemos de enseñarles a gestionar la tecnología y acostumbrarles a otras actividades, así les será más fácil mantener la atención.