“Sebastián es un niño que tiene 7 años, siempre ha sido un niño que lo han calificado como torpe. Empezó a caminar a los 18 meses y no le llamaba la atención jugar con objetos nuevos, trepar o explorar el entorno. En la escuela los profesores notaron que sus destrezas motoras estaban poco desarrolladas en las actividades como colorear, recortar, lanzar o atrapar pelotas, aprender algo nuevo siempre ha sido algo muy difícil para Sebastián y explicarle con palabras no servía mucho, además es lento colocándose los pantalones y con frecuencia se le ayuda a abrocharse la camisa y atarse los zapatos”.
Este es uno de los muchos casos que vemos a diario en nuestra practica profesional como terapeutas ocupacionales.
A lo largo del día, el niño recibe muchas y variadas experiencias sensoriales: es movido en diferentes posiciones, come con las manos, al ser vestido y bañado recibe gran cantidad de estímulos, aprende a través del juego, de sus relaciones con los demás. De esa manera su cerebro va madurando en función de los mismos y al poder integrarlas es capaz de comprender su mundo y a medida que va creciendo, lograr aprendizajes y desarrollar sus capacidades.
La integración sensorial (IS) como solución:
La integración sensorial (IS) nos permite prestar atención, aprender, planificar y estar organizados; es por ello debemos dejar a nuestros hijos hacer por si solos sus actividades así lo hagan mal, dejemos que ellos tengan resolución de problemas, dejemos que se muevan y descubran el mundo por si solos.
La IS es la capacidad que tiene el sistema nervioso central de interpretar y organizar las informaciones captadas por los diversos órganos sensoriales del cuerpo (vista, oído, olfato, gusto, tacto, pero muy importantes el sistema propioceptivo y vestibular).