Una perfecta desconocida me llama por teléfono muy alterada para hablarme sobre su hijo de 6 años. Se queja de que es incapaz de estar quieto en el aula. La escuela quiere que le hagan las pruebas para ver si tiene TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad). Esto me suena familiar -pienso para mí-. Como terapeuta ocupacional pediátrica, he notado que este es un problema bastante común hoy en día.
La madre continúa explicándome cómo su hijo llega a casa todos los días con un gomet amarillo. El resto de su clase va a casa con caras sonrientes verdes por su buen comportamiento. Cada día se le recuerda a este niño que su comportamiento es inaceptable, simplemente porque no puede permanecer quieto por largos períodos de tiempo. La madre empieza a llorar. “Está empezando a decir cosas como, ‘me odio a mí mismo’ y ‘no soy bueno en nada’”. La autoestima de este niño está cayendo en picado porque necesita moverse más a menudo.
Durante la última década, cada vez más niños están siendo etiquetados con problemas de atención y posiblemente TDAH. Una maestra de primaria local me dice que al menos ocho de sus veintidós estudiantes tienen problemas para prestar atención, en un día bueno. Al mismo tiempo, se espera que los niños permanezcan sentados durante períodos de tiempo más largos. De hecho, incluso a los niños de jardín de infancia se les pide que se sienten en circulo durante treinta minutos seguidos en algunas escuelas.
El problema es que los niños hoy en día están constantemente en una posición erguida. Es raro encontrar niños revolcándose por el suelo, trepando árboles o girando en círculos sólo por diversión. Los corros y rondallas son cosa del pasado. Los tiempos de recreo se han acortado debido a las crecientes demandas educativas, y los niños rara vez juegan al aire libre debido a los temores de los padres, las cuestiones de responsabilidad, y los horarios agitados de la sociedad moderna. Encaremos el problema de frente: Los niños no se están movimiento lo suficiente, y esto está convirtiendo en un verdadero problema.
Hace poco estuve observando una clase de quinto grado por petición del maestro. Entré silenciosamente y me senté en la parte trasera del aula. Era hacia el final del día y el profesor estaba leyendo un libro a los niños. Nunca he visto nada parecido. Los niños estaban inclinando sus sillas hacia atrás en ángulos extremos, otros balanceaban sus cuerpos hacia adelante y hacia atrás, algunos mascaban los extremos de sus lápices y un niño golpeaba una botella de agua contra su frente con un patrón rítmico.
Esto no era un aula de necesidades especiales, sino un aula típica en una escuela normal. Mi primer pensamiento fué que los niños quizá se movían tanto porque era el final del día y simplemente estaban cansados. Aunque esto podía ser parte del problema, ciertamente había otra razón subyacente.
Pronto nos dimos cuenta, después de algunas pruebas adicionales, que la mayoría de los niños en el aula tenían poca fuerza y equilibrio. De hecho, probamos algunas otras aulas y encontramos que cuando se comparaba con los niños de principios de los 80, sólo uno de cada doce niños tenía fuerza y equilibrio normales. ¡Solo uno! Oh, Dios mío, pensé para mí. ¡Estos niños necesitan moverse!
Irónicamente, muchos niños van hoy en día por la vida con un sistema vestibular (equilibrio) subdesarrollado, debido a la restricción de movimientos. Con el fin de desarrollar un sistema de equilibrio fuerte, los niños necesitan mover su cuerpo en todas las direcciones, durante horas a la vez. Al igual que con el ejercicio, necesitan hacer esto más de una vez por semana para cosechar los beneficios. Por lo tanto, tener una práctica dirigida de fútbol una o dos veces por semana es probable que no sea suficiente movimiento para que el niño desarrolle un sistema sensorial fuerte.
El movimiento nervioso es un problema real. Es un fuerte indicador de que los niños no están moviéndose lo suficiente, no están haciendo suficiente ejercicio durante el día. Tenemos que solucionar el problema subyacente. Los tiempos de recreo necesitan ser más largos y los niños deben jugar afuera tan pronto como lleguen a casa de la escuela. Veinte minutos de movimiento al día no es suficiente! Necesitan horas de juego al aire libre con el fin de establecer un sistema sensorial saludable y para apoyar la atención de nivel superior y el aprendizaje en el aula.
Para que los niños aprendan, necesitan ser capaces de prestar atención. Para prestar atención, debemos dejar que se muevan.
Fuente: https://terramater.es