El fenómeno de la lateralidad, es decir, que el cerebro ordene que domine un lado u otro del cuerpo, es lo que explica que seamos zurdos. Es un control de forma cruzada, ya que el hemisferio izquierdo dirige el lado derecho, y viceversa. Por tanto, el lado derecho del cerebro es el predominante en los zurdos y les hace ser más habilidosos con el izquierdo.
Al parecer, esta predominancia tiene un cierto componente genético: “se sabe que en la zurdera existe un componente hereditario, ya que si el padre o la madre son zurdos aumenta la probabilidad de que lo sean los hijos, pero no existe un modelo genético claro que explique cómo se transmite este rasgo. Se cree que la preferencia manual (diestra o zurda) guarda relación con el desarrollo de la asimetría cerebral, en el que podrían intervenir genes como el LRRTM1, pero todavía no está totalmente comprobado”, explica el profesor titular de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Madrid José Eugenio Ortega Ruano.
De hecho, este componente genético flaquea cuando nos fijamos en los gemelos idénticos (con los que también se han llevado a cabo varias investigaciones), con el mismo código genético, pero uno zurdo y el otro diestro. Es el caso de los tenistas estadounidenses Mike y Bob Bryan. Conocidos como los hermanos maravilla, cada uno juega con una mano, y esto les hace ser unos duros rivales y tener mucho éxito en las pistas.
Así pues, ninguna de las investigaciones llevadas a cabo ha logrado probar una influencia genética determinante. Por ahora, el acuerdo común de la comunidad científica es que hay una pequeña propensión genética, pero que el entorno social y cultural son los que acaban de determinar la zurdera.
Esa “presión social o cultural” provoca que la zurdera sea aún en muchos lugares algo que se esconde o se impide, y los datos son un reflejo de ello. Alrededor de un 10% de la población mundial es zurda, más los hombres que las mujeres (en España, más de 5 millones de personas lo son), pero no se sabe con exactitud, porque todavía tiende a ocultarse. El experto José Eugenio Ortega puntualiza: “el porcentaje de zurdos varía en las distintas poblaciones, llegando a ser de un 13% en aquellos países que aceptaron antes la zurdera en la escuela (es decir, permitieron que los niños zurdos escribieran con su mano izquierda), como ocurre en Australia”.
Como resultado de todo esto, históricamente muchos zurdos han terminado siendo ambidiestros o, como indica el profesor Ortega, esta situación ha provocado que “los zurdos sean mucho más hábiles con la mano derecha que los diestros con la mano izquierda. El mundo les obliga”.
Prevenir los problemas del niño zurdo
Aunque ser zurdo es algo relativamente normalizado en la actualidad, aún supone una desventaja, porque estas personas se encuentran con numerosos obstáculos. Por eso, desde el momento en que comprobemos que el niño es zurdo y él se reconozca como tal, hemos de comenzar a apoyarle y ayudarle a no sentirse diferente. Esto es fundamental, porque si el pequeño no ve sus necesidades correctamente atendidas puede incluso negarse a dejar que predomine el lado izquierdo de su cuerpo: “irá desarrollando una resistencia, porque le es más fácil y cómodo aprender a hacer algunas cosas con la mano derecha”, indica José Eugenio Ortega Ruano, profesor titular de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Madrid.
Y que el niño no se decante por ningún hemisferio cerebral de forma definida puede provocar numerosos problemas, que van desde la torpeza psicomotora, a trastornos de lectura y escritura, dislexia, o incluso síntomas de carácter psicológico como irritabilidad, baja autoestima o desmotivación. Por tanto, desde que el niño empieza a dar señales de su zurdera, hay que normalizar la situación y ayudarle a que sea lo más autónomo posible en su día a día porque, indudablemente, se irá encontrando con muchos retos.
En la etapa escolar el asunto se complica un poco más, al entrar en juego la escritura. Es el turno de los profesores, que deben también ser agentes activos en esta crianza algo peculiar de los niños zurdos en un mundo de diestros.