Debería reconocerse como una etapa con identidad propia, vinculada al juego y el disfrute de aprender y no como antesala a la primaria
- La educación inicial peruana tiene pendiente dar el giro de su concepción como academia de preparación para la primaria hacia la de entenderla como un espacio de acogida, juego y socialización.
- Los analistas sostienen que gran porcentaje de niños peruanos pasan su infancia en hogares disfuncionales, que les dejan daños emocionales con los que llegan a la escuela. Si se asume que el niño “está bien” y que lo único que tiene que hacer es aprender lo que el ministerio formateó para él, se habrá perdido la oportunidad de hacerle sentir acogido, querido, protegido y seguro, condiciones idóneas para canalizar sus energías creativas hacia su crecimiento social e intelectual.
- La concepción tradicional presume que si los adultos no ofrecen una instrucción directa, el niño no cultivará su intelecto, por lo que los profesores deben proveer a los niños de pequeños fragmentos secuenciales de información a partir de materiales curriculares pre establecidos. Aspiran a que repitan patrones establecidos en los textos y que no se salgan de la línea. El juego es considerado una liberalidad ociosa del recreo. Así, el programa y la lección se convierten ellos los insumos del aprendizaje rodeados de estrés y solemnidad.
- La concepción moderna formulada por pedagogos y psicólogos educativos del siglo XXI -la cual se tratará a fondo en Miradas, el primer congreso internacional sobre calidad educativa en la primera infancia-, es que la clave del desarrollo personal, social e intelectual del niño es su vínculo con la maestra, que los hace sentir acogidos, protegidos, seguros, queridos y estimulados para jugar, dar rienda suelta a su curiosidad, creatividad, pasión por explorar y aprender. Eso significa entablar conversaciones abiertas, espontaneas y provocar experiencias no censuradas de ensayo y error que les permitan construir sus conocimientos.
- Este giro asume otras dos cosas: una, que la acogida es requisito para que los alumnos se socialicen adaptativamente y cultiven su intelecto. La otra, que si se piensa en el bienestar de los niños debiera soldarse la fractura entre educación inicial y primaria. Hay que entender que el proceso de los aprendizajes formales de lectoescritura y cálculo debieran desarrollarse en un continuo durante el ciclo trianual de 5 a 7 años y no fracturarse a los 6 años. De ese modo se reconoce a la educación inicial como una etapa con identidad propia vinculada al juego y el disfrute de aprender y no como antesala estresante a la primaria, para la cual hay que “preparar” intensamente a los niños.
Fuente: http://www.trahtemberg.com