Glenn J. Doman, médico norteamericano, fundó los Institutos para el Desarrollo del Potencial Humano, en Philadelphia, a finales de los años 50. Previamente, Doman había trabajado con niños aquejados por lesiones cerebrales, que consiguieron desarrollar unas habilidades cognitivas similares e incluso superiores a las de los niños sanos, lo que le hizo pensar que si una estimulación adecuada lograba magníficos resultados con estos niños, se estaba desaprovechando la capacidad de aprendizaje de los niños sanos.
Doman investigó con niños por todo el mundo y comprobó que existen alternativas a la hora de enseñar a leer a los más pequeños, que el método silábico no es precisamente el más apropiado, y que los bebés son capaces de reconocer letras y palabras si estas son suficientemente grandes, y de aprender a leer antes de los tres años, como explica en su libro ‘Cómo enseñar a leer a su bebé’.
Doman cree que cuanto más pequeño es un niño más facilidad tiene para aprender y que, especialmente durante los seis primeros años (periodo que el denomina ‘génesis del genio’) esa capacidad de aprendizaje es superior a la que tendrá el resto de su vida. Según Doman, los niños son capaces de leer palabras con tan solo un año de edad, frases a los dos años, y libros cuanto tienen tres, y asegura que disfrutan mucho con ello, y que el proceso de aprendizaje de la lectura es similar al que sigue el niño para aprender a hablar. Afirma, además, que aprender a leer precozmente fomenta el gusto por la lectura, favorece el desarrollo de la inteligencia del niño, y abre para él un mundo de posibilidades.
El método Doman está diseñado para que el padre o la madre lo practique con su bebé, adaptándolo a las características y necesidades del niño, de manera que le resulte fácil y, sobre todo, divertido. No se trata de algo rígido, sino flexible, que admite modificaciones. Básicamente se trata de mostrar al niño series de cinco tarjetas con palabras, escritas con letras grandes y que correspondan a una misma categoría (por ejemplo: partes del cuerpo humano, colores, animales…), de forma rápida, tres veces al día.
Debe hacerse como si fuera un juego, y recitar al niño cada palabra con entusiasmo, en voz alta y clara; poco a poco se irán añadiendo nuevas categorías (con sus cinco palabras correspondientes). En otras fases, y también escritas con letras grandes pero que van disminuyendo algo de tamaño, se enseñan al niño tarjetas con dos palabras, frases cortas y sencillas, frases un poco más largas y, finalmente cuentos que le resulten interesantes (una sola oración en cada página y con el texto separado de las ilustraciones).
Fuente: www.webconsultas.com