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El patio del colegio está, tradicionalmente, colonizado por los juegos de pelota con los niños invadiendo la mayor parte del espacio y relegando a las chicas a un papel secundario. El balón se convierte en un medio de discriminación entre clases, entre quienes les gusta el fútbol (y dentro de éstos entre quienes juegan bien y quienes no lo hacen tan bien) y quienes no les gusta.

Desde diferentes administraciones, como es el caso de la Generalitat Valenciana, se está trabajado en cambiar esta tendencia a través de proyectos de innovación desde el punto de vista coeducativo. «Cada vez son más los centros con patios inclusivos», alrededor de un 10% (unos 600) según informan desde la Conselleria de Educación.

Todo surge, explica el director general de Política Educativa, Jaume Fullana, a raíz de una jornada informativa celebrada el 1 de abril de 2017 titulada ‘Edusiona’t amb els espais educatius’ en la que participaron unos 400 profesionales y en la que se presentaron un total de nueve experiencias de centros. «La clave es que la configuración del patio determina un público determinado», apunta Fullana, quien explica cómo las líneas del campo de fútbol establecen una «enorme frontera» que facilita que los espacios centrales de las zonas de recreo estén ocupados «principalmente» por los niños y las chicas queden «arrinconadas y con un papel secundario». El objetivo de la Conselleria, sostiene, es cambiar esos roles, «y para eso debemos saber la escuela que queremos».

Para ello, se han abierto espacios de reflexión y diálogo con el objetivo de escuchar a los expertos y «mirar hacia el interior de las escuelas». Así, se han llevado a cabo diversas experiencias y proyectos en numerosas escuelas por todo el territorio valenciano y «los que funcionan, se repiten».

Algunas de estas experiencias consisten en la redistribución de zonas en los patios, diferenciando entornos y democratizando el espacio. De este modo, en determinados proyectos se reserva una zona para juegos de pelota, pero también otras para otros usos; se habilitan zonas verdes y huertos educativos; se pintan en el suelo ‘tableros’ para juegos tradicionales como el ‘sambori’ (rayuela), el tres en raya, las carreras de chapas, el fútbol con chapas, el twister… convirtiendo el patio en un lugar de ocio pero también de aprendizaje, a través de juegos inclusivos y no excluyentes.

Todo ello, desarrollado a partir del decreto de inclusión y equidad que busca identificar las barreras (físicas y virtuales) y eliminarlas tanto en el centro y su entorno como en la clase.

Este decreto tiene por objeto establecer y regular los principios y las actuaciones encaminadas al desarrollo de un modelo inclusivo en el sistema educativo valenciano «para hacer efectivos los principios de equidad e igualdad de oportunidades en el acceso, participación, permanencia y progreso de todo el alumnado, y conseguir que los centros docentes se constituyan en elementos dinamizadores de la transformación social hacia la igualdad y la plena inclusión de todas las personas, en especial de aquellas que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad y en riesgo de exclusión».

Aunque el camino es largo y todavía queda mucho trecho por recorrer, ya se están dando pasos importantes y decididos hacia la igualdad real en las escuelas, hacia la democratización de los patios de recreo.

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