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«Los niños tienen el poder de hacer la calle segura, ya que su presencia obliga a los adultos a tener cuidado»

Francesco Tonucci es un psicopedagogo italiano reconocido internacionalmente por su mensaje sobre el excesivo proteccionismo de los padres en el desarrollo de los hijos. A sus 78 años, y siendo padre de tres hijos, ha conseguido que miles de niños en el mundo vayan solos al colegio. Recientemente, fue invitado a un debate en el colegio Summa Aldapeta de San Sebastián, en el que trasladó su tesis.

¿Por qué los padres tienen miedo y sobreprotegen a sus hijos?

– No hay una respuesta clara. Hace 30 años era todo diferente. Es importante saber que las ciudades de hoy no son más peligrosas que las de antes, es más, los datos dicen lo contrario. Están disminuyendo los delitos y los accidentes de tráfico pero sin embargo el miedo está creciendo. Esto es algo preocupante. Gran culpa de ello la tienen los medios de comunicación, ya que dedican mucha atención morbosa a lo peor que va ocurriendo en la sociedad. Por ejemplo, un infanticidio puede ser noticia de primera por muchísimo tiempo. Cuando un padre ve eso piensa que a su hijo le va a pasar lo mismo.

– Usted defiende que los niños salgan solos a la calle, ¿por qué?

– Creo que la calle es peligrosa porque no hay niños en ella. Los niños tienen el poder y la capacidad de hacer segura la calle, ya que su presencia obliga a los adultos a tener más cuidado. Son la seguridad más barata y sencilla. También deberían de poner de su parte los medios de comunicación para que la sociedad vea que nuestras ciudades no se merecen el miedo que les tenemos.

– ¿Pero en grandes ciudades no le parece normal ese temor? ¿Hay una excesiva desconfianza?

– La idea de que tenemos hijos tontos está muy difundida y es una gran mentira. Los niños y niñas tienen más capacidades de las que pensamos. Son capaces de muchas cosas, nuestro problema es que evaluamos su comportamiento cuando están con nosotros, y ahí si que se comportan como tontos porque la manera que utilizamos los adultos es totalmente distinta y contradictoria. Nosotros salimos para llegar y lo importante es que no ocurra nada en el recorrido para que no se rompa nuestro equilibrio. A los niños, sin embargo, lo que les interesa es el recorrido en sí. Recoger una hoja, pararse, hacer alguna tontería, es decir, perder tiempo. Por ello, cuando están solos es cuando mejor se comportan.

– Asegura que el lugar más peligroso para un niño es su casa.

– No es algo que me haya inventado, las estadísticas lo dicen. Los médicos aseguran que las principales causas de ingresos de niños en hospitales son o accidentes domésticos o accidentes de coche. Los niños pasan mucho tiempo en casa y se aburren, por lo que tienden a hacer trastadas o a juguetear con cosas que no deberían. Aburrirse es una experiencia positiva solo si se da fuera de casa y con la posibilidad de hacer amigos.

– ¿Cómo influyen las nuevas tecnologías en los niños?

– Cada edad tiene sus necesidades. Creo que hasta los diez años aproximadamente deberían vivir la realidad real y no la virtual. Hay que tocarse, pelearse… me da miedo la idea de que un padre piense que su hijo no necesita salir de casa para encontrarse con sus amigos porque pueden verse por Skype. No es lo mismo. Siempre aconsejo que los móviles y las tablets lleguen a manos de los niños más tarde, incluso a nivel educativo. No creo que el problema de la educación escolar se resuelva el día que todos utilicen tablets y pizarras electrónicas. Me preocupa esta manera de pensar, detrás de todo esto solo hay intereses comerciales. En mi opinión, dejaría la tecnología en manos del maestro, si creen que es necesario, adelante.

– ¿Son mejores los padres de ahora o los de hace 30 años?

– Lo bueno de ahora es que hay más sensibilidad educativa y participación por parte de los hombres, que hace años estaban ausentes de la educación de los hijos. El hecho de que muchos hombres participen en las labores del hogar ya es un elemento educativo importante. Tanto los hijos como las hijas tienen modelos mucho más equilibrados.

¿Qué le hizo interesarse por la educación?

– No lo sé. Estas cosas muchas veces surgen, uno no programa todo lo que le sucede en la vida. Cuando yo entré en el Consejo Nacional de Educación, del cual soy investigador y asociado, me involucré en un grupo que trabajaba en educación.

– ¿Qué requisitos tiene que cumplir un buen colegio?

– El papel de una escuela es aprobar a sus alumnos, no porque estos sean buenos, sino porque son buenos los maestros que están en ella. Tienen que ser capaces de que cada alumno consiga realizar sus capacidades.

 ¿Qué opina de los deberes?

– Soy un gran enemigo de los deberes ya que nunca consiguen los resultados previstos, todo lo contrario. Me da mucha pena lo que veo en las escuelas. Creen que hay que mandarles deberes a los niños porque lo necesitan, pero no es así. Hay niños que no tienen una familia capaz de ayudarles. Según las estadísticas, los que tienen dificultades escolares son los que llegan de familias más débiles culturalmente o económicamente hablando. Es una gran injusticia social pero es así. Con lo cual estos niños van a casa y se encuentran con unos padres que saben menos que ellos.

 ¿Cómo evitaría que un niño se aburra en el colegio?

– Haciéndolo interesante. El aburrimiento es una denuncia de cómo la escuela no es lo que debe ser. Hay que salir de ello a toda costa. Un colegio donde los niños se aburren es una escuela mal hecha. Hay que pensar que es un lugar donde los niños pasan mucho tiempo de sus vidas y si se aburren no lograrán aprender nunca. Se debería dar una vuelta a todo. La escuela no puede ser un lugar donde los niños se adapten y debería reconocer las capacidades de cada uno. Y esto lo dice la Constitución, que es la que manda en un estado democrático.

«Hace 30 años los hombres estaban ausentes de la educación de los hijos, ahora es más equilibrado»

– ¿A qué deberían prestar más atención los padres en el desarrollo de sus hijos?

– Lo que pido a los padres es que les den más libertad a sus hijos y que al salir de clase no dediquen todo su tiempo a realizar actividades extraescolares, que casi siempre son deseos de adultos y poco interesantes para los más pequeños. Solo hay que ver la de veces que cambian de deporte los niños año tras año, eso significa que estamos totalmente equivocados. Ellos tienen derecho al descanso, al tiempo libre y al juego, pero hoy en día ese tiempo libre ha desaparecido de sus vidas. Y con ello me refiero a tiempo libre de deberes, de adultos y posiblemente tiempo libre que se pase fuera de casa. Necesitan cada día pasar un tiempo sin los mayores y al aire libre, ya que allí vivirán las experiencias que les marquen y las más importantes para su crecimiento.

Créditos: El Diario Vasco

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