Los estudiantes que además de tener un cociente intelectual alto y de ser disciplinados cuentan con unos elevados niveles de inteligencia emocional obtienen mejores notas y consiguen más éxito académico, según una investigación de la Universidad de Sidney (Australia), publicada en Psychological Bulletin, de la American Psychological Association.
El estudio, un metanálisis sobre la inteligencia emocional, analizó 162 investigaciones publicadas entre 1998 y 2019, que en total incluían la participación de más de 42.000 estudiantes de diferentes etapas educativas, desde alumnos de primaria a universitarios, procedentes de 27 países, el 76% de habla inglesa. Descubrieron que, independientemente de su edad, los niños y los jóvenes que tenían mejores puntuaciones en las evaluaciones de inteligencia emocional conseguían superiores calificaciones académicas que aquellos con índices de inteligencia emocional más bajos.
La inteligencia emocional es la capacidad y habilidad que tienen los individuos para reconocer, entender y manejar las emociones, tanto las propias como las ajenas. El concepto se empezó a desarrollar en los años 90 del siglo XX, cuando los investigadores comenzaron a detectar que para alcanzar el éxito profesional y en la vida eran necesarias otras capacidades, que no se medían en los test de inteligencia que evaluaban tan solo el raciocinio y el cociente intelectual.
Controlar la ansiedad o la frustración mejora el rendimiento escolar
Según Carolyn MacCann, de la Universidad de Sidney y autora principal del estudio, son varios los factores que influyen en el éxito de estos alumnos. En primer lugar, los estudiantes con más inteligencia emocional manejan mejor las emociones negativas, como la ansiedad, el aburrimiento y la frustración, que influyen en un menor rendimiento en el colegio, el instituto o la universidad.
En segundo lugar, tienen mejores habilidades sociales, lo que facilita las relaciones con los profesores, los compañeros y la familia. Por último, algunas de las competencias características de la inteligencia emocional, como la comprensión de la motivación y de las emociones humanas, son fundamentales para el estudio de la historia y la lengua.
La investigadora, no obstante, está en contra de realizar test para medir la inteligencia emocional de los alumnos, ya que podría implicar estigmatizar a los estudiantes con niveles bajos. En cambio, se muestra a favor de integrar en los planes de estudios actividades que mejoren las habilidades sociales de estos chicos, y de las que se beneficiaría todo el alumnado.