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Los bebés cuyas madres se enfrentan a trastornos de ansiedad o depresión experimentan fuertes signos fisiológicos de estrés que se manifiestan con un aumento de la frecuencia de los latidos de su corazón, según ha descubierto un equipo de científicos alemanes que estudiaron a 50 mujeres y sus hijos.

La interacción entre madre e hijo, especialmente durante los primeros meses de vida, es fundamental para el saludable desarrollo del niño, pero los trastornos del ánimo como la irritabilidad, los cambios de humor, o los síntomas depresivos leves son frecuentes durante el embarazo y el posparto, ya que afectan a entre el 10 y el 20% de las mujeres, y algunas madres, sobre todo si sufren problemas emocionales como depresión, ansiedad o depresión posparto, tienen dificultades para regular sus sentimientos negativos, lo que puede generar inseguridad en los niños a medida que crecen.

El impacto negativo de tener una madre emocionalmente distante ya se observó en el ‘Still Face Test’ (el ‘experimento de la cara inexpresiva’), diseñado por primera vez en los años 70, y en el que se solicitaba a las madres que jugasen con sus bebés y después evitaran cualquier interacción con ellos antes de retomar el contacto normal. Durante la segunda fase del ensayo (conocido como episodio Still-Face) los bebés mostraban una emocionalidad intensamente negativa, así como conductas evitativas y una reducción en su sociabilidad.

Más respuestas fisiológicas del bebé frente al estrés

Ahora, los resultados preliminares del nuevo estudio han mostrado que durante el periodo en el que la madre retira su atención los bebés cuyas madres se encuentran ansiosas o deprimidas experimentan un significativo incremento en su frecuencia cardíaca –una media de ocho latidos más por minuto–, en comparación con los hijos de madres sanas. Las madres de estos niños, además, indicaron que tenían un carácter más difícil que los otros.

Los investigadores seleccionaron a 50 madres y sus bebés; 20 de ellas mostraban signos de depresión o ansiedad en el momento del nacimiento, y 30 estaban sanas y formaron parte del grupo de control. Cada pareja de madre y bebé se sometió al experimento ‘Still Face Paradigm’, en el que se pidió a las madres que jugaran con sus hijos durante dos minutos, para posteriormente evitar toda interacción pero manteniendo el contacto visual. Después de otros dos minutos las madres reanudaron la interacción lúdica con sus pequeños. Durante la prueba los investigadores midieron los latidos cardíacos tanto de los bebés como de sus madres.

Fabio Blanco-Dormond, de la Universidad de Heidelberg, y uno de los autores del trabajo, ha explicado que encontraron que si una madre estaba ansiosa o deprimida su bebé era más propenso a tener más respuestas fisiológicas frente al estrés durante el test que los hijos de mujeres sanas. Esto se tradujo en un significativo aumento de una media de ocho latidos por minutos durante la fase en la que no se interactuaba. El experto, sin embargo, advierte que se trata de resultados preliminares y es necesario repetir el experimento con una muestra mayor para confirmar que los resultados son consistentes, que es su siguiente objetivo, afirma.

En opinión del profesor Veerle Bergink, director del Women’s Mental Health Program de la Icahn School of Medicine del Hospital Mount Sinai de Nueva York, que no ha participado en la investigación, sus hallazgos demuestran que es importante diagnosticar y tratar los trastornos de ansiedad y depresión en las nuevas madres, porque tienen un impacto inmediato en el sistema de respuesta al estrés de sus bebés. Y añade que estudios previos mostraron que esto no solo tiene consecuencias sobre la salud de los pequeños a corto plazo, sino que también puede tener efectos adversos a largo plazo.

Fuente: WebConsultas

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