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La lectura es un excelente hábito que se incuba antes incluso de aprender a leer, en la etapa pre-lectora, que abarca de los cero a los cinco o seis años, y en la que vosotros desempeñáis un papel fundamental. No tiene contraindicaciones, al revés, son todo ventajas: los libros les ayudan en su evolución, les abren a mundos desconocidos, despiertan su curiosidad y su imaginación; les transmiten valores y enriquecen su vocabulario; les permiten adquirir conocimientos y enfrentarse a nuevas situaciones y sentimientos, en ocasiones conflictivos; les acercan al mundo del arte, y favorecen su empatía.

Pero la principal ventaja que tiene leer a los niños, sobre todo cuando se empieza en una etapa tan temprana de su desarrollo, es que les permite asociar los libros a una actividad divertida y, por tanto, necesaria.

Los beneficios se dejan sentir a corto, pero también a medio y largo plazo, ya que según el reciente estudio “Participación familiar y rendimiento académico”, elaborado por la Universidad Complutense de Madrid, del País Vasco, Internacional de La Rioja y la UNED, la lectura habitual con los hijos es el factor que más impacto tiene en su rendimiento escolar.

Por último, y con el escaso tiempo que generalmente podemos dedicar al ocio con los pequeños, reservar un ratito a diario para la lectura –el cuento de todas las noches, por ejemplo– es un ritual maravilloso que intensifica la relación afectiva entre padres e hijos. Es una forma de estar, de permanecer unidos, de encontrar y compartir un espacio especial en el que se mantiene un gran contacto físico, y que puede prolongarse durante toda la infancia.

Fuente: Webconsultas

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