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Introducción

Dar una definición de la expresión corporal no es tarea fácil.

«Hablar con el propio cuerpo, bailar…» son algunas de las ex- presiones que insisten en la exteriorización como fin de comunicarse. El cuerpo es utilizado para comunicar una idea propia  a los otros, para hablar. La palabra clave de este diálogo es «la autenticidad», en oposición a la eficacia que parece más vinculada al ámbito deportivo. El movimiento auténtico, significativo al servicio de una idea, será la fuerza que dirigirá la «performance» expresiva (la palabra performance  entendida en el sentido amplio de producción puntual, no de rendimiento).

Como todo gesto, el movimiento expresivo se desarrolla en el tiempo (cronología), según un ritmo dado (velocidad y dura- ción), en un espacio determinado (cercano, lejano), según una organización espacial propia (amplitud y orientación) y con una energía dada (más o menos intensa, más o menos tónica). El cuerpo es estimulado por entero o en parte, dependiendo de si «habla», traduce lo que tiene que decir, desafiando o utilizando las leyes de la gravedad.

Se distingue de todo gesto inherente a las otras actividades físicas y deportivas, porque parece de otra naturaleza, nacido de un pensamiento, de un sentimiento, de una sensibilidad; la fuerza emana por sí misma, de su propia idea, de esos a quien está destinado el mensaje, de su expectativa.

En fin, es una adaptación a un entorno físico que modela al individuo. «Lo que yo veo, toco, oigo, siento» se traduce en «lo que yo miro, escucho y experimento», si tomamos prestadas las palabras de Augusto Boal en Jeux pour acteurs et non-acteurs (Maspero, colección Malgré-tout).

Por todos estos motivos, esta actividad de «expresión corporal» parece inscribirse de manera muy natural en un proyecto pedagógico en la escuela, para niños de tres a  diez años, cuyos objetivos prioritarios recordamos aquí de  manera breve:

  • Desarrollar la función de coordinación motriz, afinar progresivamente la disociación segmentaria, reforzar la función de equilibrio y dominar la energía (en el plano motor);
  • Gracias a las interrelaciones entre los tres polos presentes (el maestro; el grupo de niños; la actividad de expresión corporal), favorecer el despertar de la personalidad sobre el plano del lenguaje escrito, hablado y relacional.

Las actividades o situaciones propuestas pertenecen:

  • a los juegos tradicionales del patrimonio;
  • al mundo del espectáculo audiovisual;
  • a la vida diaria;
  • a la ficción, lo imaginario, lo irreal.

El lector podrá advertir la utilización de juegos conocidos (por ejemplo, el juego de mimo) o de situaciones utilizadas y detalladas en obras especializadas: L’expression corporelle… de l’é- cole… aux associations de Francette y Jean-Paul Levieux (Revista EPS 1989) y sobre todo Jeux pour acteurs et non-acteurs, obra que ha inspirado vivamente este trabajo.

¿Cuáles son las necesidades de los niños?

Los niños necesitan al mismo tiempo seguridad y riesgo, movimiento y reposo, introspección y apertura hacia los otros. Las instrucciones oficiales de parvulario lo recuerdan. Juegos de todo tipo ofrecen a los niños estas posibilidades. «Viajar, cazar, iniciarse, animar (en el sentido de dar vida), luchar, hacer teatro» son temas esenciales en los juegos tradicionales.

Todos reconocemos la importancia del juego en el desarrollo psicológico, afectivo y relacional de los niños. El juego permite acercar «el enfrentamiento (la lucha), la desorientación (en el teatro o en la iniciación), la imitación (en los juegos de expresión) y los riesgos (los imprevistos del viaje, por ejemplo)». Estos otros temas son constantes, suscitando emociones buscadas por los niños. La expresión por el movimiento, reutilizando, transformando a veces estos juegos tradicionales, es una nueva ocasión para experimentar estas emociones.

¿Cuándo llevar a cabo este tipo de práctica?

 Los juegos propuestos pueden ser intermedios, pausas durante la jornada escolar, como lo podrían ser sesiones de yoga como actividad intelectual.

Pueden ser incitadores, poner en marcha lo imaginario. Entrar en la actividad «expresión corporal» es a veces difícil para el maestro y cuando él mismo se oye decir «haced todo lo que queráis con vuestro cuerpo expresando la música» parece tan exterior a la práctica habitual del profesor que éste siente una cierta incomodidad para formular la instrucción (¡incomodidad que también experimentan los niños para responder!). En este caso, efectuada una primera escucha de la música, el maestro puede proponer él mismo la escenificación del juego a los niños, los cuales encontrarán las transformaciones con bastante rapidez.

Los juegos propuestos pueden ser también la ocasión para profundizar un tema determinado, para perfeccionar un objetivo concreto y para situarse después de una instrucción más abierta.

¿Cómo hacer evolucionar un juego?

 El maestro puede hacer variar diferentes factores.

El factor espacio: en el juego de «las mariposas», por ejemplo, las mariposas se desplazarán a las órdenes del maestro, evitando tocarse para no dañar sus frágiles alas. Esta nueva instrucción orientará el juego hacia desplazamientos más numerosos pero también más variados (se tendrán que evitar las otras mariposas, o sea, cambiar de dirección, esquivar, quizás retroceder, girar…).

El maestro también podrá imaginar una distribución del medio provocando una carrera de obstáculos (por ejemplo: sillas, bancos, mesas…) o reptaciones (pasar por debajo de un puente formado por una tabla puesta sobre dos sillas). Así los niños tendrán que tomar varias informaciones para pilotar eficazmente su cuerpo y encadenar diferentes acciones.

El factor tiempo: proponiendo una música más rápida o más lenta y alternando ritmos al compás de dos y tres tiempos, las mariposas tendrán que ajustar sus desplazamientos y sus actitudes. Aceleraciones, disminuciones de la velocidad y paradas pueden animar el paseo de la mariposa y que los niños se vuelvan sensibles a las variaciones temporales.

El factor corporal: utilizar una sola mano, o las dos, para hacer de mariposa, hacer dos mariposas (una mano para cada mariposa) o ser uno mismo la mariposa (es decir, utilizar todo el cuerpo). Son tantas las exigencias, tantas las orientaciones, que el niño se verá obligado a nuevas coordinaciones, nuevos apoyos, nuevos equilibrios.

El factor objeto: utilizar un pequeño pañuelo o un gran fular para representar la mariposa. Los niños se volverán sensibles a los efectos visuales aéreos del objeto, buscando y explotando efectos estéticos. Sus gestos serán cada vez más amplios. El objeto tiene pues dos intereses: favorece, subraya el trayecto, la acción, pero obliga al niño a adaptarse a él, a ajustar su actitud con la fluidez del pañuelo, por ejemplo.

El factor «los otros»: contar una historia con varias mariposas y jugar con otra mariposa permitirá a los niños cooperar, oponerse (incluso simbólicamente, y eso es importante), situarse en una microsociedad, asentar un estatuto y hacerse reconocer.

Descarga el documento completo aquí: https://maestradeinicial.com/wp-content/uploads/2019/01/07025.pdf

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